Cuando no hay pacto entre los
propietarios de una modesta comunidad de vecinos, no se puede esperar
armonía en las altas esferas, ni acuerdos de gobernabilidad, ni
adhesión incondicional a las invocaciones para arrimar el hombro
con el fin de salir de la crisis.
Desde las esferas de la transición, se
establecieron de manera implícita unas reglas reguladoras de lo
admisible en política, entre las cuales la expresión 'regeneración
política' era ciencia ficción de serie B. Acerca de las familias en
paro y a las puertas de la pobreza, de los jóvenes obligados a
emigrar a lo Paco Martínez Soria, la transición nunca contempló
transacción alguna al respective.
Y esa regulación de un blanco y negro
postfranquista, limitaba las posibilidades de la acción política de
forma y manera que los límites del latifundio quedaban reducidos a
una fuerza representativa de la derecha y otra de la izquierda,
alrededor de las cuales se limitaban a orbitar intereses de partido,
líderes de moda y formaciones políticas minoritarias llamadas a
palacio sólo cuando uno de los dos colosos no conseguía una
mayoría absoluta.
Las convocatorias electorales siguen
saliendo al módico precio de 130 millones; más o menos, lo que
cuesta construir y equipar un hospital comarcal... Hospitales por los que suspiran
una clase media empobrecida y enferma, así como una población, aún más
desafortunada, empujada a los arrabales de la exclusión sanitaria.
A la tradicional comunidad política de
propetarios de la soberanía popular se han sumado nuevos miembros
con las bocas llenas de conciliación familiar, inversión de las
privatizaciones en sectores estratégicos para la sociedad, blindaje
del estado de bienestar, que se han quedado en bla-bla-bla y con el culo aireando pelos infectados... Pero los estatutos de la comunidad aún no
han sido modificados, y las reyertas por el uso y disfrute de las
zonas comunes por parte del nuevo vecindario, las degradación de
valores en que estamos sumergidos, el fregado de la escalera de las
sucias manchas de corrupción y fraude fiscal, el pago equitativo de
los seguros por sacrificios sobrevenidos y deceso de las rentas,
salpican de tinta, consignas, argumentarios, falta de convicción y de
náusea por la empecinada irreconciliación, el nuevo mapa político;
salpicaduras que han sabido coger al vuelo y sacarle rédito los
cartógrafos acreditados con un carné de prensa.
Mientras tanto, tan sólo podemos
esquivar las deyecciones de las gaviotas, que siguen arcaizando la
modernidad, anatemizando el 'interés común' de comunista
sanguinario, travistiendo la solidaridad en caridad, distribuyendo
las cargas entre los ciudadanos y los dividendos entre los
idolatrados empresarios que 'dan empleo'. Las deyecciones, en su fluir
fecal, dejan un hueco por manchar, que es lo que se ha acordado por
llamar, esperanza en el futuro.
La ley de propiedad política horizontal sigue siendo una quimera...la sombra de la ley de propiedad política vertical, sigue siendo alargada, como la de la cruz del valle de los fascismos.
''Frente a este muro, labrado en piedra,
lloraba mi triste culo, lágrimas de mierda'' -Anónimo, obra apócrifa inmortalizada en un retrete.
lloraba mi triste culo, lágrimas de mierda'' -Anónimo, obra apócrifa inmortalizada en un retrete.
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