Aquello nacido para ser cantado en todas sus dulces grandezas y en todos y cada uno de sus amargos fracasos, cuando es silenciado por la tinta y es encarcelado en el empapelado silencio de plantas secas, cuando es travestido en grafía que se desplaza muda por una pauta o por un renglón torcido, sin guía y sin maestro, no soporta esta adulteración ya sabiéndose un cante postrero y muere del todo, en el olvido, sordo y muda, muere ahogada en una poza oscura de recuerdo.
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